Nosotros, pues, siguiendo a los santos Padres, todos de común acuerdo, enseñamos a los hombres a confesar a un mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y también perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, de alma y cuerpo razonables; consustancial a nosotros según la humanidad; en todo semejante a nosotros, sin pecado; engendrado antes de todos los siglos por el Padre según la divinidad, y en estos últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, nacido de la virgen María, la madre de Dios, según la humanidad; un mismo Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, que se reconoce en dos naturalezas, inconfundible, inmutable, indivisible, inseparable; La distinción de las naturalezas no es eliminada por la unión, sino que se conserva la propiedad de cada naturaleza y concurre en una sola Persona y en una sola Subsistencia, no dividida ni dividida en dos personas, sino en un solo y mismo Hijo, y unigénito, Dios Verbo, el Señor Jesucristo, como los profetas desde el principio han declarado acerca de él, y el mismo Señor Jesucristo nos enseñó, y el Credo de los santos Padres nos ha transmitido.